El 29 de octubre de 2022 Jorge Valdano escribió un nuevo artículo sobre la actualidad futbolística para El País. Aunque ya puedes leer el texto completo en la web del periódico, os dejamos aquí el artículo:

¿Y si vemos el Mundial en el colegio?

Entre gol y gol cabe un mundo, siempre y cuando seamos capaces de disparar la imaginación y perderle la desconfianza al fútbol.

La aborrecible honestidad. Cómo estará el patio para que actos de honestidad deportiva causen conmoción en Argentina. Boca y Racing se jugaban el campeonato en el último partido de Liga. Boca partía con un punto de ventaja y le alcanzaba con ganarle a Independiente, rival histórico de Racing, para consagrarse. Racing debía ganar y esperar noticias, nada menos que jugando contra River, rival feroz de Boca. Contra todo pronóstico, Boca empató y Racing lo tuvo en sus manos cuando, a dos minutos del final, el árbitro le concedió un penalti. Marcarlo valía un campeonato, pero el portero de River lo paró produciendo una apoteosis… en la cancha de Boca. Tanta grandeza ética le sentó mal a una parte importante de la hinchada de River. Al final Gallardo, entrenador leyenda de River, puso contexto: “En un país en donde todo se sospecha y parece vacío de valores, nosotros tuvimos dignidad y respeto por la profesión”. Eso vale más que un campeonato, pero al fútbol siempre le costó entenderlo.

Los miércoles al sol. El Barça se cayó de la Champions y conozco a madridistas que lo festejaron. Hasta el subtítulo de este artículo tiene algo de irrespetuoso. Mal hecho. Nunca entendí la alegría sin honor. Otra cosa sería si el causante de la eliminación hubiera sido el Real Madrid, pero no le encuentro la gracia a eso de ganar por equipo interpuesto. Siempre creí que un gran Barça hace más grande al Madrid y viceversa, pero el instinto futbolístico es de naturaleza salvaje y no está para sutilezas. Por eso las declaraciones de Gallardo a muchos les habrán parecido una ingenuidad y este artículo, a esos mismos, un acto inoportuno y hasta desagradable de puritanismo futbolístico. Como aceptamos que el fútbol despierta al animal que fuimos, lo relacionamos más con la miseria que con la grandeza. Razón de más para aprovechar su fuerza atávica y convertirlo en vehículo de formación.

El Mundial como problema. No se abren las páginas de deporte para recibir lecciones éticas, porque ese es un ámbito en el que todos nos sentimos campeones. Incluido yo, que fui el primero en abrazar a Maradona cuando, con la ayuda de dios, le metió aquel gol con la mano a los ingleses. Pero seguiré en mi empeño de santificar el fútbol, llevándolo más allá: proponiéndolo como ejercicio educativo. Se viene el Mundial en pleno periodo escolar y hay dos maneras de verlo. Una como interferencia, si tenemos en cuenta su poder de distracción, que en el mejor de los casos provocará una inoportuna curiosidad durante los partidos y, en el peor, una inadmisible deserción escolar. La otra posibilidad es utilizarlo como factor motivante, y aquí me voy a meter en un terreno inexplorado, pero que, desde el día en que los intelectuales abrazaron el fútbol, ya no parece aberrante.

El Mundial como solución. ¿Por qué no una televisión en el aula ante un partido importante? No me dirán que eso no produciría una expectación novedosa y extraordinaria. Y aquí viene la parte que le daría valor al experimento. Treinta y dos selecciones dan para hablar mucho de geografía y de historia; un Mundial en Qatar podría abrir un debate interesante sobre derechos humanos; el fútbol mismo podría ser la mejor excusa para buscar las fronteras entre razón y pasión, entre patria y selección, entre picardía y trampa. Si algo demuestra este artículo es que en el fútbol caben la miseria y la grandeza. ¿Qué mejor que un aula para iluminar su lado noble y convertirlo en un aliado en la lucha por captar la atención de los jóvenes, al parecer cada día más dispersa? Entre gol y gol cabe un mundo, siempre y cuando seamos capaces de disparar la imaginación y perderle la desconfianza al fútbol.