
Jorge Valdano presenta su último artículo, «¿La evolución?», escrito en especial para esta web.
Podéis leer el texto completo debajo de estas líneas:
No es lo mismo evolucionar que transformarse. Podemos hablar de temas tácticos, físicos y técnicos que el fútbol ha ido incorporando a través del tiempo. Lo que una generación entiende como revolucionario la siguiente generación lo incorpora como rutina. Es legítimo, entonces, hablar de evolución como un positivo ejercicio de adaptación al cambio. Pero el fútbol se transforma también porque cambia pautas de comportamientos sociológicos. El hincha es cada día menos aficionado y más cliente; al estadio van cada día menos pobres y más ricos; el fenómeno es cada día menos local y más internacional; el espectáculo es cada día menos presencial y más televisivo; en el juego importa cada día menos el juego y más el resultado; y, sobre todo, el fútbol es cada día menos fútbol y más negocio. ¿Está bien o está mal? A mi modo de ver son signos de estos tiempos que nos hablan de una transformación en ocasiones más regresiva que evolutiva.
La fuerza de las polémicas que agitan el fútbol se ha pervertido y genera opiniones inútiles y disparatadas. Tengo la sensación de que el fútbol español, que se ha convertido en ejemplo mundial, ha madurado a más velocidad que la opinión pública. Esa contaminación del debate llega incluso a algunos futbolistas que, por un lado engrandecieron el juego, y por otro lo empequeñecen con declaraciones absurdas. El eje del debate dejó de ser el juego y pasó a ser el equipo, puede entenderse. Esta afiliación periodística a un escudo provoca polémicas interminables en donde la emoción le gana la batalla a la razón. Mala cosa, porque los campeones de la simplificación habitan el mundo del fútbol. Pero la consecuencia más lamentable de esta deriva es que los errores arbitrales han pasado a ser una prueba irrefutable de una conspiración que ataca los cimientos de la competición y los intereses de nuestro equipo. Da igual que esos errores se repartan en parecidas proporciones a lo largo de la temporada. El último perjudicado entenderá que todos los errores anteriores fueron para disimular este que se acaba de cometer y que es increíble, imperdonable pero, sobre todo, altamente sospechoso. Es igual que el partido haya sido fantástico o deplorable, que los jugadores hayan acertado o se hayan equivocado, todo queda enterrado bajo ese montón de mierda arbitral.
Es un problema que no conoce fronteras, pero que en países como España, que disfruta de uno de los períodos más brillantes de su historia, demos la matraca continuamente con esta historia, explica hasta donde llega la idiotez emocional. Se viene un Derby y un Clásico. El mundo entero se detendrá a mirar estos apasionantes partidos. Hay muchas posibilidades de que mientras estén jugando Cristiano, Griezman y Messi, en España pongamos el foco en el único tipo que está en el campo y que no tiene derecho a tocar el balón: ¡el árbitro!.
¿Evolución o transformación? Llegados a este punto, lo mejor es definirlo como perdición.