El 25 de mayo de 2024 Jorge Valdano publicó un nuevo artículo sobre la actualidad futbolística para el periódico español El País. Aunque ya puedes leer el texto completo en la web del periódico, os dejamos aquí el artículo:
Guardiola nunca se acaba
España, Alemania y, sobre todo, Inglaterra recibieron a Guardiola con la misma desconfianza: “este tipo de juego aquí no va”, decían. Va a resultar que ese tipo de juego sí que va y no tiene fronteras.
Pep Guardiola volvió a hacerlo y no existen precedentes. Ganar su cuarta Premier consecutiva ya es historia. Ganarla con 91 puntos es un escándalo. Ganarla siendo dominante en todos los partidos es admirable. Ganársela a Arteta, que es su discípulo, es una prueba más de la influencia que está teniendo en la Premier y en el fútbol mundial.
Antes de la eliminatoria contra el Madrid, lo visité en Mánchester y arrimó una silla para hablar. La silla tenía ruedas y, a los tres minutos, al compás de su discurso, la silla era un vehículo que no había manera de parar. Durante una hora volcó toda su locura competitiva y yo terminé con tortícolis siguiendo sus zigzagueos. La pasión, componente natural de su personalidad, es ejemplo y el ejemplo es contagioso. Es hermoso ver la pasión en funcionamiento y es imposible no salir entusiasmado de la experiencia. Entusiasmado por la elocuencia, por la obsesión, por el amor al fútbol que está implícito en tanta energía. Guardiola estimula el afán de triunfo de sus jugadores, pero antes les obliga a pensar y a poner el talento al servicio de la orquesta que es el equipo. Ser jugador suyo debe ser tan fascinante como extenuante. Hacer historia tiene ese honor y ese precio.
Cuando Guardiola terminó su ciclo en Barcelona, necesitó de un año sabático para descansar y resetearse. En aquella ocasión me dijo que estaba tan cansado que Messi llegó a parecerle un jugador normal. Muerto debió estar. Para que tengamos un dato más de su personalidad, hay que decir que salió de aquel descanso hablando alemán. Si a eso le llama descanso, imagínense ustedes cómo interpretará la palabra trabajo. Lo cierto es que el Barça, además de su primera experiencia, era profesión y sentimiento, combinación muy poco recomendable, como muy bien sabe Xavi en estos días.
Ahora, en un ambiente laboral que no encontrará en ningún otro sitio, porque sus jefes, además de grandes profesionales, son amigos que lo protegen, su energía está hecha de amor a la tarea y de compromiso. Seguramente también de miedo, el que siente un ganador que sabe que nadie está dispuesto a perdonarle que no gane.
Guardiola nunca se acaba. Las temporadas no empiezan donde termina la anterior, sino que ese es, apenas, una referencia para un nuevo giro. En lugar de buscar refugio en aquello que le dio resultado, sorprende con nuevas creaciones que obligan a sus jugadores a renovar la atención y a los rivales a reinterpretar sus respuestas. Siempre se parte de la posición, posesión y presión, pero el fútbol es funcionamiento y ahí sus equipos nunca son el mismo equipo. Mañana jugará otra final y no sabemos, nunca sabremos, lo que nos espera.
Hay muchas maneras de jugar bien y la de Pep no es una más. No es fácil que la eficacia se entienda con la belleza ni que la inteligencia se entienda con la emoción. Los futbolistas juegan para ganar, pero lo que les provoca orgullo es jugar bien. Y para jugar bien, primero hay que tener permiso, luego sentirse protegido por el equipo y, finalmente, disfrutar de lo que se hace. Como hace Rodri, dueño y señor del campo entero; como hace De Bruyne, clarificando; como hace Foden, acelerando; como hace Haaland, finalizando. Como hacen todos, jugando. Si el método Guardiola permite todo eso, dan ganas de decir: viva el método.
España, Alemania y, sobre todo, Inglaterra recibieron a Guardiola con la misma desconfianza: “este tipo de juego aquí no va”, decían. Aunque se lo seguirán pidiendo cada año, yo creo que seis Premiers, cuatro de ellas seguidas, no necesitan más pruebas. Va a resultar, entonces, que ese tipo de juego sí que va y no tiene fronteras.