El pasado mes de febrero el periodista Enric González entrevistó a Jorge Valdano para la publicación RELEVO. ¿Te interesa? Puedes leer la entrevista completa en su página web o directamente debajo de estas líneas.

En la barra con Jorge Valdano: «En el Real Madrid manda Florentino Pérez. Y punto. No te creas que eso es fácil»

Nos hemos citado con Jorge Valdano en un buen bar de Madrid, el Cock, para tomar un cóctel y charlar. Yo llego un poco antes y le digo al camarero que espero a Valdano. «Ah, sí», dice. «El comentarista de televisión». Caramba, qué reductivo el camarero. El «comentarista» ha sido, además de campeón del mundo con Maradona, futbolista, entrenador y director general en un club como el Real Madrid. No recuerdo a nadie con un currículum comparable, salvo Franz Beckenbauer. Palabras mayores.

Valdano es como se lo imaginan. Culto, amable y atento a no decir inconveniencias. Se cuida y se nota. Pide algo así como un mojito sin alcohol. Su interlocutor, que no se cuida nada, y se nota, pide un dry Martini muy seco. «O sea, un Berlanga», precisa el barman. Sí, señor. Un Berlanga. Empezamos hablando de negocios.

Oye, ¿por qué hay gente que compra clubes de fútbol, si nunca dan beneficios? No me refiero a quiénes tienen dinero ilimitado, como Catar y otros emiratos petroleros, sino a fondos de inversión que han de responder ante sus accionistas.

Porque no tienen ni idea de lo complejo que es esto. Jaja. Y porque el beneficio se puede obtener de otra forma. Fíjate en el Liverpool: se compra por 800 millones y ahora está valorado en 3.000.

Eso es pura especulación. Una clásica pirámide.

En algunos casos, claramente. Más descabellado es el caso de esos equipos medianos que compra un constructor de éxito. El constructor acaba dejándose ahí el dinero y el éxito y no puede ni salir a la calle porque los aficionados le insultan.

Por supuesto, hay otra razón para comprarse un club: la ambición política. «Algunos», comenta Valdano, «lo hacen a lo bruto, como Jesús Gil. Otros llegan más lejos. Mauricio Macri saltó de la presidencia de Boca Juniors a la presidencia de Argentina. Y Silvio Berlusconi utilizó el Milan para ganar la presidencia del Gobierno italiano».

«Creo que aquel Milan es lo mejor que hizo Berlusconi». «Hombre», rebate Valdano, «logró berlusconizar Italia y fue el precursor de populistas modernos como Donald Trump». «Por eso digo que el Milan fue lo mejor que hizo».

Ay, aquel Milan. Nos ponemos a recordar mientras sorbemos los cócteles. «El Milan de Berlusconi le dio al fútbol un glamour que antes no tenía». «En Madrid se hospedaba en el Ritz, lo nunca visto. Y esos trajes de Armani. Sus jugadores parecían más altos y más guapos que los demás». «¡Es que lo eran!», salta. «El Milan de Arrigo Sacchi te aplastaba contra las vallas de banda, era técnicamente muy sofisticado y nos costó mucho tiempo descifrar sus mecanismos. Fue uno de los límites contra los que chocó la Quinta del Buitre. Poseían a la vez inteligencia y sacrificio. Y ahí, al mando, en el medio centro, estaba Carletto Ancelotti».

Valdano se entusiasma con Ancelotti: «El Milan de Sacchi marcó el inicio del tacticismo y el medio centro, Carletto, tenía que sabérselo todo. Y, sabiéndolo todo, como entrenador decidió quedarse sólo con lo esencial. Tiene el don de la simplificación. Es un tipo que, antes de una final de Champions, no les dice a Modric, Kroos y Casemiro lo que tienen que hacer. ¿Para qué va a meterse en eso?».

Una vez le entrevisté y utilizaba continuamente ejemplos agrarios, de cuando trabajaba en la granja de su padre.

Guarda las verdades esenciales del campesino. Y fíjate en que el campesino pasó por Roma, por París, por Londres, por Madrid, por Múnich, y aún así mantuvo el sentido común y el sentido de la amistad. Como era amigo de Berlusconi, votaba siempre por él. Es un gran tipo que le hace mucho bien al fútbol y al Real Madrid.

Ya salió el Real Madrid. Valdano conoce el monstruo por dentro. ¿Cómo es manejar el Real Madrid? «Necesita una cadena de mando muy clara. En el Madrid manda Florentino Pérez. Y punto. No te creas que eso es fácilEn el Atlético de Madrid da la sensación de que una parte del mando recae en Simeone. En otra época, Messi tenía parte del poder en el Barcelona. En el Madrid no puede ocurrir eso. Desde Santiago Bernabéu quedó muy claro que el club es más que el equipo y el equipo es más que cualquier jugador. Eso ayuda a asimilar la presión. Por otra parte, el Madrid se siente ganador y los jugadores corren en defensa propia, porque perder es siempre una catástrofe».

Ah, el espíritu ganador. ¿Cómo se construye eso? «Te lleva la corriente. Es lo que ocurre con las famosas remontadas. Cuenta la suerte, claro, pero también hay autosugestión, una especie de fe casi religiosa que los aficionados transmiten a los jugadores, o al revés. Hasta los rivales perciben esa fe. El Madrid es ganador incluso cuando pierde. La verdad, cuando hablamos de los valores del Madrid, a mitad de párrafo ya no sabemos si estamos hablando del Madrid o de Alfredo di Stefano, un tipo que regaba la cancha con su sudor y creía en lo colectivo. Cuando alguien se acercaba a Alfredo para expresarle su admiración, el gruñía: yo no jugaba solo. Eso fue filtrándose en el club. Pero, en fin, cada club es un misterio. Es fácil decir ahora que el Madrid es ganador. No debía de ser tan fácil durante esos 32 años sin ganar el título europeo».

Resulta curioso eso de la identidad o la personalidad de los clubes. Y aún más curioso es que tiendan a aceptar el mote que les pone el rival, como si la mirada ajena diera la justa medida de lo que son. Valdano pone ejemplos argentinos. En Boca Juniors son «bosteros» (la bosta es el excremento del ganado) porque así les llamaron desde River Plate, los «millonarios», a su vez llamados «gallinas» por los bosteros. Rosario Central es «canalla» porque así lo calificaron en Newell´s, que a su vez se quedó con el insulto del rival: «la lepra». Lo de «culers» lo inventaron los del Espanyol, y lo de «pericos», los del Barcelona.

Valdano evoca un caso un poco extremo, el de Estudiantes de la Plata, que cuando tenía como jugador a Bilardo, en los 60 del siglo XX, repartía patadas como nadie. «Berizzo me contó que cuando llegó como entrenador a Estudiantes, un crío le gritó: Berizzo, esto no es Newell´s, aquí toquecitos no, aquí se pega. O sea, estaban asumidos la historia y un cierto estilo». A Estudiantes, creado por un grupo de estudiantes de Medicina, los rivales de Gimnasia y Esgrima les apodaron «pincharratas». Como entre los fundadores de Gimnasia había bastantes trabajadores que destripaban reses en el matadero, les cayó el apodo de «triperos».

El del Dry Martini confiesa, con cierta vergüenza, que disfrutó con la tristemente célebre final de Libertadores que Boca y River acabaron disputando en Madrid tras una suspensión por inundaciones en la Bombonera, el apedreamiento del autobús de Boca, la carga policial contra los seguidores de River… «Hay algo que me atrae en ese fútbol atávico, con bronca y locura». Valdano, siempre sensato, dice que aquello le avergonzó como argentino. Y que sólo volvió a sentirse bien tras la victoria en el Mundial de Catar. «Por primera vez en mucho tiempo nos sentimos un país de verdad: cinco millones de personas en la calle, todas de acuerdo al margen de la política. Fue hermoso, aun sabiendo que era fugaz. Yo recuperé en Catar al hincha que hubo en mí y había perdido».

Ya que estamos con las emociones fuertes de la final Francia-Argentina, uno recuerda que Valdano sufrió un grave accidente de helicóptero en México, en 2006. ¿Cuándo se puso más nervioso? ¿Cuando cayó el helicóptero? ¿Cuando Muani se plantó solo ante el ‘Dibu’ y el empate parecía hecho? «En el helicóptero no tuve tiempo de ponerme nervioso, perdí el conocimiento y no recuerdo nada. En la final me preguntaba cómo íbamos a sobrevivir mientras Francia iba sacando nuevos jugadores, cada vez más buenos y más fuertes. Pero sobrevivimos. El ‘Dibu’ detuvo ese balón. Y eso fue por la cultura futbolística. El jugador argentino tiene oficio. En Argentina se sabe de fútbol y eso se nota en la calle, en el café, en la cancha…»

Pues con tanta cultura, la selección argentina pasó más de 30 años en la miseria.

Fueron muchas decepciones. Pensé que con la pérdida de nuestro estilo habíamos perdido también la cultura. Y no. La cultura está ahí. Se notó cuando, tras la final, cada jugador volvió a su club, el de sus inicios. En los clubes se transmite el conocimiento de generación en generación, es la red que nos sostiene. Incluso en el pueblo más pequeño hay sabiduría. Te contaré una cosa. Cuando era entrenador del Madrid viajé a mi pueblo, Las Parejas, 10.000 habitantes, y me invitaron a jugar un partidito. Yo estaba en la posición de central y un rival corría por la banda. Me quedé mirándole a la espera del centro. Entonces el ‘Negro’ Cardoso va y me dice: ‘Oye, entrenador del Madrid, se mira a la marca, no al que centra’. Y yo me sentí un completo pelotudo. Pero también sentí el legado de los viejos del pueblo.

La cultura futbolística argentina ha generado una gran literatura. Y también personajes que parecen literarios, como el rosarino Tomás ‘Trinche’ Carlovich, el desconocido «mejor jugador de todos los tiempos». «Claro, ¡mejor que Maradona!», ríe Valdano. «El propio Trinche se carcajeaba de su mito. Hay un testigo fiable de aquel fenómeno y es Marcelo Bielsa, que no se perdía ni un partido de Central Córdoba y dice que daba gusto ver jugar al Trinche, tan alto y tan fino. Pero hablamos de categorías inferiores. Hoy sería otra cosa. El Trinche era muy lento, no corría… Como un Romario en el centro del campo, jaja».

Qué bueno era Romario. Pocos ‘nueves’ como él. Dime, ¿quién será el futuro nueve del Real Madrid?

Mbappé. Sé que el madridismo está un poco indignado con él. Da igual, me ofrezco para ir yo solo a recibirle en el aeropuerto. Ofrecería un salto de calidad al Madrid y a la Liga. Messi y Cristiano nos hicieron entender hasta qué punto son importantes ciertos futbolistas. Dicho esto, creo mucho en Endrick, ese chico que llega la temporada próxima.

Cambiamos de tema. El fútbol está en manos de organizaciones privadas como la FIFA y la UEFA, que predican valores como el respeto y la tolerancia mientras «venden» torneos. Todos sabemos con qué chanchullos Macron, Platini y Catar decidieron la adjudicación del último Mundial. ¿Hay algo más corrupto que el negocio del fútbol?

¡Sí! ¡La política! Jaja. Cada Mundial es más asombroso. Y el de 2030 marca nuevas proporciones. Como se cumplirá un siglo del primer Mundial, había que darle algo a Uruguay. Bueno, pues tres partidos. De los que dos se juegan en Argentina y Paraguay y luego nos venimos todos a Europa, que es donde está el dinero. Ya sabemos que el siguiente será en Arabia Saudí porque los otros candidatos se han retirado, conscientes de que serían aplastados por los petrodólares. A esto se le llama justicia capitalista.

Ante todo esto, a mí me gusta cada vez más el fútbol de las categorías inferiores. El de Tercera. Crecí yendo a una general de pie y ahora me siento raro en esos grandes estadios con tantos acomodadores y vigilantes.

Eso es nostalgia de la niñez.

¿Y qué es el fútbol, si no?

Mira, vi mi primer partido entre profesionales a los 16 años. Y mi primer partido como profesional lo jugué a los 17. Antes fui un chico huérfano, porque mi padre falleció cuando yo tenía cuatro años, que iba solito a la cancha del pueblo. Ese era mi universo. Y ahora entro en un gran estadio y se me pone la piel de gallina.

Cierto, los estadios se han convertido en escenarios impresionantes.

El problema es que estamos empeñados en convertir un partido en una «experiencia». Imitamos a los americanos añadiendo espectáculos musicales a una final. Tengo una teoría: si convertimos el fútbol en un simple entretenimiento no podrá competir con el teléfono, sobre todo con la llegada de la inteligencia artificial.

Pues vamos por ese camino.

Para mí el fútbol es lo contrario de la tecnología. Por eso estoy en contra del VAR. La tecnología es invasiva y poco a poco se apoderará de más cosas. Si algo caracteriza al fútbol es un tipo de emoción que satisface la trastienda animal de los seres humanos. Eso, la emoción, es lo que hay que explotar. La tecnología casa mal con el fútbol, un juego primitivo y salvaje.

Las cámaras ya entran en los vestuarios.

Y se convierte a los futbolistas en actores. Actores desganados. Dicen que con estas cosas se busca atraer a los jóvenes, que necesitan acción y rapidez. Quizá olvidamos que los jóvenes dejan de serlo algún día. Por otra parte, yo veo cada día más jóvenes y más mujeres en los estadios.

¿Te parece tan importante como a mí la irrupción de las mujeres en los estadios y en el juego?

Sin duda. Hemos estado siglo y medio diciendo que el fútbol era el juego más popular y nos olvidábamos de la mitad de la población.

Valdano se enciende. «La grosería ha sido increíble. Llegamos al punto de prohibir a las mujeres que jugaran al fútbol. Era necesario que llegaran, y han llegado con mucho más valor y atrevimiento del que nunca mostramos nosotros, los hombres. Tanto a la hora de declarar abiertamente sus preferencias sexuales como en la lucha por cambiar las estructuras federativas. El fútbol ha llegado siempre tarde a todas las revoluciones. Gracias a las futbolistas está por primera vez en hora con la gran revolución del momento, la feminista».

Y sigue: «La pena es que nos hayamos perdido el festejo. No hay que descartar que nunca más se gane un Mundial. Ser campeón es muy difícil, el fútbol masculino español tardó casi un siglo en conseguirlo. Hemos pasado demasiado deprisa la página del triunfo de la selección femenina».

Aún no comprendo el comportamiento de Rubiales. No creo que se le hubiera ocurrido darle un pico a, digamos, Fernando Hierro.

Fue eso y todo lo posterior. Aquella asamblea federativa… Rubiales se instaló en el error, como si viviera 20 años atrás.

Los dirigentes del fútbol tienden al narcisismo, a creerse muy importantes.

El fútbol tiene fama de corrupto, pero a mí me preocupa aún más la mediocridad. Ahora, con tanto dinero en juego, el nivel parece estar subiendo. Recuerdo que cuando el actual director general del Real Madrid, José Ángel Sánchez, llegó como director de marketing, yo era entrenador. Y un día me dijo: «Jorge, llevo 15 días aquí y he entendido que sólo podré triunfar en conflicto contigo». Claro, yo representaba lo primitivo y salvaje del fútbol. Resulta que había que hacer giras en la pretemporada, cosa que agredía a la tradición. De aquello han pasado 23 años y las giras asiáticas ya están asumidas. Hay que ajustarse a las reglas del comercio, jugar 70 partidos por temporada y hacer como si no supiéramos que la materia prima de todo esto son seres humanos que se cansan y se rompen.

Percibo en proyectos como la Superliga una voluntad de acabar con la historia: clubes que son grandes hoy desean una competición cerrada, para siempre los mismos, como si no existieran el pasado y el futuro.

El proyecto cayó muy rápido. La idea de competición cerrada fue lo más irritante. El proyecto, creo, se está reformando, pero veo muy difícil que la Premier, una superliga en sí misma, se sume. Y sin la Premier no hay Superliga que valga.

Me alegro.

Claro, porque te gusta el fútbol de pueblo y vas con los débiles, jaja. Pero admito que las victorias de los equipos débiles son una de las maravillas del fútbol. No siempre gana el más fuerte. Ni siquiera el mejor.

Por pura curiosidad, ¿en qué equipo te habría gustado jugar o entrenar?

Te agrando la cancha: me habría gustado mucho jugar en Inglaterra. Pero en mi época estaba cerrado el mercado. Era una época curiosa. Ingresé en el Real Madrid cuando sólo se admitían dos extranjeros y llegué libre. Fui el primer jugador libre en España. Entonces existía la retención obligatoria y si no había acuerdo para renovar el contrato, el club podía prorrogarlo eternamente. La lucha sindical logró que esa retención se redujera a dos años. Y eso me ocurrió. Seguí jugando dos años en el Zaragoza con contrato prorrogado. Al fin quedé libre. Disponía ya de un pasaporte español que no sólo me permitía votar en España, sino presentarme a presidente del Gobierno. Pero en términos futbolísticos firmé con el Madrid como extranjero. Fue a juicio y perdí. Un juicio como el que luego ganó Bosman y cambió el fútbol europeo. Supongo que en aquella época la federación española tendría bastante influencia en el sistema judicial.