El 21 de diciembre de 2019 Jorge Valdano escribió un nuevo artículo sobre la actualidad futbolística para El País. Aunque ya puedes leer el texto completo en la web del periódico, os dejamos aquí el texto completo:
El tsunami es el fútbol
Es inevitable preguntarnos qué pensaría Manuel Vázquez Montalbán de esta semana en la que el fútbol estuvo metido de lleno en la agenda política de Tsunami Democràtic.
El hombre que nos enseñó a pensar el fútbol. En los años 70, Manuel Vázquez Montalbán salió de la burbuja intelectual en la que estaban metidos los intelectuales de izquierda, para escribir más de 700 artículos en los que el fútbol y la política se daban la mano. Si la cultura aceptó en su ámbito las emociones, en gran medida se lo debemos a Montalbán, que redimió a la gastronomía, a la música popular y, por supuesto, al fútbol. Solo desde entonces los intelectuales se metieron en el apasionante territorio emocional de este deporte, para pensarlo como el extraordinario fenómeno social que es. En Vázquez Montalbán: Fútbol y Política, de Jordi Osúa Quintana, podemos poner en perspectiva aquellos artículos que denunciaban la utilización del fútbol por parte de la dictadura franquista. Es inevitable salir de la lectura de este oportuno y brillante libro preguntándonos qué pensaría Manuel de esta semana en la que el fútbol estuvo metido de lleno en la agenda política de Tsunami Democràtic.
Tsunami Mediátic. Lo miremos desde donde lo miremos, el fútbol es mucho fútbol. Capítulo imprescindible de la cultura popular, parte esencial de la industria del entretenimiento, fortalecedor de identidades, territorio emocional que llena una necesidad épica… Un club tiene la voluntad de aprovechar esa capacidad para representar a todos y, si tiene la fuerza popular del Barça, lo logra con muchos. De distintos extractos sociales, niveles educativos, ideologías políticas, procedencia geográfica… Cuando alguien tiene la tentación de adueñarse de ese sentimiento colectivo, algo se rompe. La intención mostrada por Tsunami Democràtic de llevar lo simbólico al terreno de lo real, como si tuviera derechos patrimoniales de algo que le pertenece a muchos, desató las alarmas mediáticas. Al final, la violencia se personó fuera del estadio y apenas se mostró dentro, resistiéndose a la peligrosa tentación de armar al “ejército desarmado de Cataluña”.
Y el ganador fue… el Fútbol. Del triunfo del fútbol hablaron las 94.000 personas que llenaron el Nou Camp. A la gente le dieron la orden de portarse bien, imposición francamente ingenua en tiempo de grandes tempestades sociales. Por si el consejo de comportarse fallaba, los dispositivos de seguridad fueron estrictos y persuasivos. Pero el éxito hay que adjudicárselo al fútbol, que es un sobreviviente y salió una vez más adelante sin inmutarse. Lo hizo con ese nervio dramático que lo caracteriza, que nos lleva en un segundo de la angustia al alivio, sin dejar que la realidad interfiera en el juego. El 0 a 0 habla de la falta de puntería, pero no de la falta de emociones. He leído que fue un partido aburrido. ¿Quién dijo que el miedo, la tensión y la incertidumbre sean aburridas? Es, sencillamente, un modo de fascinación más de los que se vale el fútbol para hipnotizarnos.
El partido que el Madrid ganó 0 a 0. Desde lo estrictamente futbolístico, al Madrid le faltó gol para darle la razón a su clara superioridad. Sin la imaginación de Marcelo ni la habilidad de Hazard, le faltaron esos trucos que son tan necesarios en las cercanías del área. Los tiros de larga distancia y los centros a granel no siempre alcanzan para desequilibrar. Pero jugó con personalidad, defendiendo hacia adelante y atropellando, con esa energía modelo PajaritoValverde, esa idea que todos tenemos del Barça y que, en estos días, le está costando tanto llenar. El fútbol es acción y las ideas solo viajan hasta la realidad cuando se las personaliza. Y lo cierto es que, sin Busquets, Xavi e Iniesta, donde antes había una idea ahora solo hay una nostalgia que el Barça pretende compensar gastando cientos de millones, pero que solo Messi es capaz de disimular. Y colorín colorado, este largo y conflictivo clásico ha terminado.