El 18 de febrero de 2023 Jorge Valdano escribió un nuevo artículo sobre la actualidad futbolística en El País. Aunque ya puedes leer el texto completo en la web del periódico, os dejamos aquí el artículo:
El precio del fútbol
En lo deportivo, el proyecto del PSG siempre está por debajo de sus sueños de grandeza; en lo económico no alcanza a compensar el dispendio y, en sus aspiraciones propagandísticas, ya habrán comprobado que el que no gana partidos tampoco gana prestigio.
El lujoso proyecto. Desde siempre me he preguntado si el PSG tiene sentido. Ahora llegó el momento de preguntarse si tiene remedio. En lo deportivo siempre está por debajo de sus sueños de grandeza; en lo económico no hay proyecto que alcance a compensar el dispendio y, en lo que atañe a sus aspiraciones propagandísticas, ya habrán comprobado que el que no gana partidos tampoco gana prestigio. Todo es artificio en el Parque de los Príncipes. Sin raíces que ayuden a la memoria a construir historias con las que fabricar identidad y sin contexto que empuje a la competitividad, todo parece consistir en un desfile de figuras a las que solo les falta una pasarela. Si viviera en París yo sería un espectador seguro en cada partido porque amo a los Messi, Mbappé, Neymar y la constelación de estrellas que, como los insectos, se sienten atraídos por las luces de París. Lo que no sería jamás es hincha.
El poder invertido. Si el fútbol refuerza los rasgos narcisistas de los jugadores, un club de estas características eleva el problema al cubo. Estamos ante un club que exhibe con orgullo su muestrario de estrellas, sin importar si aportan andamiaje táctico, complementariedad, garra competitiva. Varios de los jugadores manejan como nadie los procesos instintivos del juego. Eso tiene un atractivo y un poder desequilibrante indiscutible. Pero ahí comienzan y terminan los privilegios del entrenador. Porque si el hombre no quiere tener problemas debe poner a los jugadores que tienen más prestigio que él. Y en el PSG son varios. Y también a la hora de hacer cambios debe pensar en el proyecto empresarial, en el revuelo mediático, en si al día siguiente va a ser saludado por el jugador sustituido. O sea, que el precio de ser entrenador del PSG, es no ser entrenador.
El partido y Mbappé. Mbappé no debía haber jugado frente al Bayern, pero jugó. El PSG no tenía respuesta futbolística ante un Bayern tan organizado como sugiere todo lo alemán, pero con menos instinto salvaje de lo que dice la tradición del Bayern. Durante casi una hora fue mejor, pero no abusó de su rival. Gente como Neuer, Müller o Lewandowski son difíciles de sustituir futbolística y competitivamente. Cuando se había cansado de merecerlo, el Bayern marcó su gol y entonces apareció Mbappé. La táctica de los dos equipos empezó a parecer una broma ante la influencia en el juego de uno de esos genios que cambia las leyes del juego. Los conocimientos académicos no alcanzan a explicar a estos fenómenos. Estábamos viendo un partido y, con su entrada, empezó otro. El estadio respiró distinto, los compañeros se conectaron, los rivales se asustaron. No cambió el resultado, pero sí el pronóstico de la eliminatoria.
Mientras tanto, en Barcelona… Un episodio arbitral entre apestoso y estúpido (difícil elegir) manchó el prestigio del Barça y de la clase arbitral. Como el fútbol es incapaz de corregirse a sí mismo, el escándalo lo destapó Hacienda. Un tal Negreira, vicepresidente del Comité de Árbitros, cobró medio millón anual durante muchos años a través de una sociedad de la que es propietario único por “asesoramiento arbitral”. Dijo que se trataba de asegurar un trato de igualdad arbitral para el Barça. No quiero imaginarme lo que hubiera cobrado por asegurar un trato desigual. Con esta defensa, Negreira salvó su cara y ensució la de todo el estamento arbitral que, al parecer, solo puede dictar justicia si un delincuente les influye. En cuanto al Barça, solo atinó a decir por boca de su presidente que “no es casualidad que esto aparezca cuando al Barça le va tan bien”. No se sabe qué duele más, si la corrupción o la mediocridad (otra vez, difícil elegir).