El 18 de mayo de 2024 Jorge Valdano publicó un nuevo artículo sobre la actualidad futbolística para el periódico español El País. Aunque ya puedes leer el texto completo en la web del periódico, os dejamos aquí el artículo:

El fútbol, más orden que aventura

Si bien la mecanización me resulta preocupante, insisto en que los entrenadores que mejor la interpretan alcanzan la excelencia.

De dónde venimos

El fútbol hizo ostentación de su mediocridad durante mucho tiempo. Dentro del campo porque era bastante común ver a equipos que parasitaban el fútbol, especuladores que esperaban con aburrida paciencia para terminar sorprendiendo a rivales ingenuos. Así se escapaba del descenso y hasta se era campeón. Fuera del campo no había un discurso que dignificara el juego ni el fenómeno social que provocaba. Las mejoras siempre dependen de un puñado de sabios que el tiempo consagra como héroes. Los sabios y los héroes no son tibios. Algunos de ellos desafiaron a las incomprensiones y sobrevivieron a fuertes polémicas. Menotti y Maturana en Sudamérica, como Cruyff y Sacchi en Europa, fueron revolucionarios y sus ideas encontraron la legitimidad del triunfo. Logros imprescindibles dentro de un medio que solo cree a los ganadores. Al mismo tiempo, un periodismo combativo y brillante acompañó el cambio.

Hacia dónde vamos

En los años 70 era normal leer en un vestuario avisos como el siguiente: “Para fumar aquí hay que salir fuera”. Las cosas cambiaron. Hoy en los vestuarios puede que haya leyendas de autoayuda, pero con buena sintaxis. En la próxima Feria del Libro el tema vertebral será el deporte, ya integrado como parte importante de la cultura popular. Una dignificación intelectual que nos ayuda a entender el fútbol como hacedor de comunidad. En cuanto a lo que está ocurriendo dentro del campo, hay dos tipos de influencias. Por un lado, crece el imperio de la táctica, que requiere de una metodología cada día más estricta. Una sobrecarga de control que sujeta el instinto y ahoga la inspiración. Lo igual se está imponiendo a lo distinto y eso condena al juego a la monotonía de lo previsible. Pero, por otro lado, crecen entrenadores de un nivel extraordinario.

Patrones de conducta

Se buscan jugadores de gran dominio físico, de buena competencia técnica y obedientes. Si en el pasado siglo el orden era una cuestión defensiva, ahora lo abarca todo. El camino del balón hacia la portería contraria también está predeterminado. Sin duda hay detrás un trabajo de investigación para descubrir patrones de conducta de los rivales y para aprovechar sus debilidades. Pero si el fútbol según Menotti es “orden y aventura”, estamos agrandando lo primero en detrimento de lo segundo. “Partido muy interesante”, escucho decir en medio de encuentros en los que chocan dos inteligencias ajedrecísticas. Yo no le encuentro interés a duelos en los que ningún jugador bueno destaque y desequilibre. Todos intentan, una y otra vez, que salga lo ensayado. Cuando eso ocurre, mejor mirar los resúmenes, donde sólo se ven los intentos felices. Menos mal que el fútbol aún tiene maneras alternativas de hacer saltar las costuras de lo previsible: emociones, azares, genialidades, errores…

Valientes mecánicos

Si bien la mecanización me resulta preocupante, insisto en que los entrenadores que mejor la interpretan alcanzan la excelencia. Es aquí donde caigo en una contradicción. En España, el Madrid se ha paseado y el Girona, desde su modestia, dio una exhibición futbolística superando todas las expectativas. Portugal sigue dando entrenadores y jugadores de gran categoría para consumo europeo y sus grandes equipos, más allá de ciertas irregularidades, muestran una gran calidad competitiva. En la Premier, el duelo entre Pep y Arteta fue de un nivel inolvidable. Xabi Alonso batió todos los récords con un fútbol que deslumbró a Alemania y a toda Europa. En Italia, el Bolonia de Thiago Motta alcanzó una plaza de Champions con un fútbol arriesgado y atractivo plagado de centrocampistas de buen pie. El PSG de Luis Enrique manda en Francia con el estilo abierto y atractivo que conocemos. Quiero odiar a los domesticadores, pero lo hacen tan bien…