El 13 de diciembre de 2019 Jorge Valdano escribió un nuevo artículo sobre la actualidad futbolística para El País. Aunque ya puedes leer el texto completo en la web del periódico, os dejamos aquí el texto completo:

El fontanero que pintó la Gioconda

Desde aquel tacón de Guti frente al Depor, no había vivido un sobresalto igual en un partido como con el gol de Luis Suárez al Mallorca.

Una obra de arte. Nunca vi un gol como el que marcó Luis Suárez frente al Mallorca. Paren la imagen un segundo antes de la ocurrencia y verán que no hay manera de imaginar un gol en el siguiente movimiento. Porque era un ángulo cerrado, por la posición del cuerpo y porque era Luis Suárez, optimista del gol, pero jugador del que no sospechamos soluciones artísticas. Elevó la pierna hasta un extremo antinatural y la bajó con violencia para pegarle al balón hacia abajo y con el tacón. Sabía lo que buscaba. El extravagante golpeo provocó un bote imposible de prever y se elevó buscando el palo más alejado. Desde aquel tacón de Guti frente al Depor, no había vivido un sobresalto igual en un partido. Pero hay una diferencia que agranda el tamaño de la sorpresa: Guti era un poeta; Suárez, un fontanero que, de pronto, pintó la Gioconda.
Revolución de las expectativas: sección fútbol. Simeone y Guardiola son el ying y el yang: sensibilidades futbolísticas opuestas. El Atlético se parece al Cholo, como el City a Pep. Dos magníficas formas de competitividad que lograron resultados increíbles y que, sin embargo, en estos días luchan contra un feo rasgo de esta época: la paradoja de las expectativas. Dice Marcelo Bielsa que si uno gana no debe preocuparse en buscar las razones, ya se encargarán los demás de inventar una teoría. Lo mismo ocurre con las derrotas: las teorías llueven anunciando hecatombes y buscando responsables. Pero hay que recordar que antes de la llegada de los dos entrenadores, el Atlético y el City estaban amenazados por la irrelevancia. Hoy forman parte de la aristocracia europea y ese salto hacia adelante generó esperanzas a las que no se quiere renunciar. Nada distinto a la génesis de tantos movimientos sociales. Solo que en fútbol nos gusta culpar a los autores del milagro.
Los sabios directivos. Si es verdad que los equipos se hacen fuertes en las dificultades, hay que felicitar a los directivos del Valencia por todas las que han creado en los últimos años. Por lo que se vio en Ámsterdam, el resultado de tan inteligente política es un grupo de jugadores juramentados para el heroísmo. No sabemos si en el centro hay un propósito o un enemigo, pero lo cierto es que con el paso de los partidos el grupo se unió y las respuestas futbolísticas se consolidaron. Frente al Ajax marcaron un gran gol y durante una hora lo defendieron como si cada minuto fuera el último. No es fácil jugar 60 últimos minutos sin grandes soluciones de banquillo y ante el equipo revelación de la pasada temporada. Al final, el abrazo entre cuerpo técnico, jugadores y aficionados selló una especie de amistad. Pensándolo bien, con eso basta para jugar al fútbol con orgullo y compromiso.
La fascinación por lo moderno. Doy por sentado que la base de la creatividad es el orden, pero amo las respuestas espontáneas, las intuiciones que son el reflejo del reflejo, las asociaciones por cercanía entre jugadores afines, el orgullo cuando se manifiesta en furia competitiva…. Acepto que el fútbol se reformule cada cierto tiempo. Que el que gane se ponga de moda y a su fútbol lo consideremos moderno. Pero hemos entrado en una deriva peligrosa de la «modernidad» agitada por el protagonismo del big data, en donde la ciencia pretende apoderarse del juego. Todo es medible, de modo que analizable, de modo que entrenable, de modo que memorizable, de modo que previsible. Amo del fútbol la sabiduría construida con materiales como la pausa, la adivinación o el engaño y no me gusta nada que el ojo clínico de los entrenadores sea, cada vez más, sustituido por algoritmos.