El 19 de noviembre de 2022 Jorge Valdano escribió un nuevo artículo sobre la actualidad futbolística para El País. Aunque ya puedes leer el texto completo en la web del periódico, os dejamos aquí el artículo:

Corrupción y cultura

Un Mundial es una invasión pacífica que permite, entre otras cosas, denunciar y abrir el apetito de las libertades en países donde están restringidas.

Mucha fuerza debe tener el fútbol si Los entresijos de la FIFA (Netflix) no nos quitan las ganas de ver un partido. Sabemos que la corrupción está en el origen del Mundial de Qatar. El lobby entró en la FIFA y encontró gente sensible al dólar, así de simple. El resultado es un Mundial en noviembre/diciembre, en una ciudad antes que en un país y bajo el imperio de una riquísima monarquía autárquica. Occidente condena a Qatar sin fisuras por no respetar los derechos de la comunidad LGTBI, por considerar inferiores a las mujeres o por las terribles condiciones de trabajo de los obreros que construyeron los estadios. Pero veámoslo así: un Mundial es una invasión pacífica que permite, entre otras cosas, denunciar y abrir el apetito de las libertades en países donde están restringidas. Quedará por ver si el tiempo es capaz de hacer su trabajo cultural. Quizás sea una ingenuidad, pero es mi coartada para que, al menos, no nos roben la posibilidad de disfrutar del fútbol.

Fútbol sin grietas

Cuando las cosas se van transformando lentamente cuesta trabajo verle la cara al cambio, aunque lo tengamos delante. Por eso suelen ser los mundiales, cada cuatro años, los que ponen en evidencia las nuevas tendencias futbolísticas. Pero ya sabemos cosas y me temo que Qatar nos asombrará desde la exuberancia física, el rigor táctico y la perfección académica. Lo difícil será que nos asombre desde el asombro. Está desapareciendo lo singular en beneficio de lo colectivo con la inefable ayuda de la tecnología. El deseo de controlar el juego que ayuda a que los entrenadores duerman tranquilos fue exagerando algunas acciones técnicas, como el control y el pase. Cada toque es como un ladrillo que sirve para construir equipos estructurados que sostienen el edificio del juego. Al mismo tiempo, van desapareciendo los jugadores revolucionarios que abrían grietas en la muralla.

El método y la magia

Para estructurarse, correr es más fácil que pensar y presionar más fácil que jugar. Así que todos a presionar. Bloque alto, bajo o medio para que la presión parezca más erudita. Todo el equipo moviéndose coordinadamente, con los jugadores cerquita entre sí, como si tuvieran frío. La tendencia es general. Luego hay que saber lo que se hace con la pelota: pases, tiros, córners, faltas y todas las formalidades que conocemos. Pero seguimos yendo al campo en busca de lo inesperado y, como a tantas otras especies, a los mediapuntas, por ejemplo, les desapareció el hábitat y, sin tiempo para cambios evolutivos, encuentran acomodo donde pueden: extremos, delanteros, medios puros y, sobre todo, banquillo. Ante este estado de cosas debo decir que, para el disfrute del juego, me empieza a dar más miedo el método que el denostado mercado. Porque el mercado desclasa al fútbol desde fuera del campo, pero el método pisa la hierba para quitarle magia.

Genio y libre

Yo voy al campo para ver jugar, además de ver ganar. Si el coste de ganar es el aburrimiento o la grosería, me quedo en casa. Además, para jugar bien de verdad hay que estar organizados, correr, presionar… y tener a Messi. Uno de esos a los que nunca alcanza la mediocridad. ¿Por qué nombro a Messi? Porque el fútbol es un artefacto que buena parte de las instrucciones de uso las trae desde la cuna y Leo es de los pocos que puede permitirse ser libre y moverse a su antojo. En esta etapa de su vida, parece que mece los partidos mientras, a su alrededor, pasan cada vez más rápido los fórmulas 1. Pasan de largo, quiero decir. Porque Leo les amaga, les cambia de ritmo, les frena y termina encontrándole, a cada problema, una solución original. Esas cosas voy a ver a Qatar.