El 13 de junio de 2020 Jorge Valdano escribió un nuevo artículo sobre la actualidad futbolística para El País. Aunque ya puedes leer el texto completo en la web del periódico, os dejamos aquí el artículo:

Cómo el fútbol compensa una guerra

Este deporte va más allá de su condición de juguete social; implica sentimientos de adhesión e identidad compartida y juega un papel de intermediario entre padres e hijos

El poder del juego. En aquel Argentina-Inglaterra del Mundial 86, donde la guerra de Las Malvinas metió los dedos y Maradona alcanzó la gloria, comprobé la fuerza descomunal del fútbol. La pregunta parecía un disparate: ¿Cómo un partido ganado podía compensar una guerra perdida? Aquel partido demostró que, en el terreno de lo simbólico, puede. Ahora el fútbol llega para facilitar la añorada vuelta a la normalidad que, por cierto, nunca se pareció tanto a la felicidad. Y lo hace sin más pretensión que entretener, que es su cometido industrial. Pero el fútbol, como experiencia, va más allá de su condición de juguete social; implica sentimientos de adhesión e identidad compartida y hasta juega un papel de intermediario entre padres e hijos, cada vez más difícil de encontrar en otros ámbitos. Toda crisis invita a un nuevo comienzo y aquí está el fútbol para inaugurarlo.

El poder de la profesionalidad. Sin público, el fútbol pierde contexto y pasión. El miedo escénico habla de la influencia de la afición durante un partido. Con público es más fácil alcanzar una euforia que te acerca al heroísmo. Pero ese es un estado de excepción del ánimo, no una norma. La falta de público no tiene por qué afectar a la profesionalidad. Lo digo porque leo que jugar sin público será como estar en un entrenamiento y que eso rebajará el impulso competitivo. No lo creo. Será un fútbol desangelado, pero más para los televidentes que para los jugadores. Claro que parecerá un entrenamiento pero, ¿quién dijo que un entrenamiento se hace a medio gas? Los jugadores volvieron del retiro obligatorio con un nivel físico impresionante que el fútbol tendrá que pulir, porque los esfuerzos que pide son muy específicos. Pero si estuvieron a la altura en el enclaustramiento, más lo estarán siendo conscientes de que los verá el mundo entero.

El poder del fracaso. La última teoría de los gurús del liderazgo es que solo se progresa fracasando. Parten del supuesto de que el error enseña y no está mal tirado. Este elogio al fracaso viene a cuento futbolístico por lo siguiente: hay un auténtico terror a perder la pelota en determinadas zonas que resultan propicias para el contragolpe del rival. Equipos como el Getafe edifican parte de su éxito sobre este punto: jamás regalan la pelota antes de cruzar el centro del campo y, por el contrario, intentan provocar ese error en el adversario una y otra vez. Así las cosas, mi nuevo concepto para los equipos que le temen a ese riesgo es: fracasa rápido. Ya que vas a perder la pelota, hazlo cuanto antes. Si tardas en hacerlo tu equipo se desperdigará buscando posiciones de ataque y, si el rival te quita el balón, date por muerto.

El poder de la mediocridad. La serie El Presidente (Amazon Prime Video) nos pone ante la Confederación Sudamericana de Fútbol en un tiempo donde reinaba Julio Grondona con su proverbial inteligencia y astucia. Él, ya fallecido, actúa en la ficción como maestro de ceremonias y nos va narrando los pormenores de esa feria de la corrupción que empezaba en las Federaciones, seguía en la Conmebol y culminaba en la FIFA. Pero el presidente al que alude el título es Sergio Jadue, un joven chileno que alcanza la cima de la Federación de su país. Su mujer le domina como títere de su ambición, Grondona le utiliza como instrumento de su poder, y una agente de la CIA lo emplea como chivato del FIFAgate. La serie exagera perfiles y situaciones buscando audiencia, pero refleja bien la mediocridad, casi tan ofensiva como la corrupción. Algo serio falla en el fútbol para que gente tan vulgar llegue tan alto.